Capítulo VII. El acecho del vigía


Conector estaba obstinado en guardar las apariencias, como parte del entramado de invisibilidad que debían trazar. Una de las partes que más le costó asumir era la continuidad de su amistad con Esforzado. A medida que se desarrollaban las incursiones, su tranquilidad iba cesando, así que trató de fingir por todos los medios. Creía tener previstos todos los peajes sociales que debía pagar para mantener su plan a salvo. Nada más lejos de la realidad; Esforzado tenía una intención que no le gustaría nada a Conector: engendrar un nuevo ser aprovechando un juego sexual.

Varias jornadas después de la incursión de Áspero, Conector y Esforzado se encontraron para recorrer la corona en busca de oficio, como de costumbre. Aquel día estuvieron visitando a unos ensambladores de material para fabricar vehículos, tarea que no les acabó de gustar; luego visitaron una instalación para el exogenado de materia. Habían imaginado que una instalación de exogenado sería un lugar paradisíaco, de total alegría y felicidad. Después de la visita, tenían bien clara la razón por la que la materia exogenada era tan escasa y ambicionada por los seres de las primeras coronas: ¡no podía haber trabajo más ingrato y fatigante que aquél! Los trabajadores debían practicar continuas rotaciones para “descansar” la atención, ocupándose de otra tarea. La capacidad de concentración necesaria para exogenar era tan grande en cada uno de los trámites que en cualquier momento se podía producir la dispersión total por enajenación perfecta (la enajenación era como el “dormir” para aquellos seres, pero acostumbraba a ser imperfecta, ya que el mantenimiento de las funciones vitales les obligaba a tener una actividad vital mínima, bajo riesgo de la dispersión total que causaba la muerte; esto es, que estos seres dormían despiertos, porque aunque todo el cuerpo yacía inerme en el vacío, pero su atención estaba activada, -aunque no activa, sino solo preparada).

Esforzado se mostraba muy alegre hacia Conector, y le bromeaba continuamente, desquiciándole. Empezó a elaborar trenzados y juegos, digamos, “eróticos”. Las relaciones “sexuales” o “quasi-reproductivas” eran normales entre aquellos seres, eran parte de su entramado social y normalmente nadie se negaba a jugar con otro ser, precisamente porque querían comportarse así, se sentían muy atraídos por el roce con el resto de los seres, eran muy promiscuos.
Los juegos consistían en absorciones o fusiones corpóreas, en entrelazamientos corporales, similares a nuestras caricias que trataban de evitar el contacto entre las respectivas fuentes de energía, puesto que del contacto entre las corrientes energéticas nacían los nuevos seres; los cuerpos se separaban y de esa separación surgía un nueva sección, un trozo de materia que se desprendía del calambrazo y guardaba una fuente de energía propia.

Cuando nuestros personajes engendraban seres lo hacían voluntariamente como parte del proceso productivo, era una “inversión”. También era una forma de sustituir a trabajadores que habían sido expulsados de la corona, la mayoría de las veces eran parte del proceso productivo de las asociaciones o los artesanos. Precisamente por esta razón, el progenitor de Conector estaba descontento, pues Conector parecía no querer formar parte de su asociación de manipuladores, ni tampoco podía canjearlo con otros gremios a cambio de otros trabajadores, materia prima o material de trabajo. A lo sumo podría exigir el retorno de la inversión a Conector.

Al principio Conector le seguía en los juegos, pero los rizos, los trenzados, empezaban a parecer fagocitaciones que disgustaron sumamente a Conector, que acabó por separarse:
– Amigo, ¿por qué reaccionas así? -Esforzado fingió estar molesto por el gesto de rechazo.
– Estás haciendo cosas peligrosas, podríamos engendrar un nuevo ser y nuestra corona no tiene espacio para más seres, ¿o quieres ganarte nuestra expulsión? -Conector intentaba dar motivos lógicos para evitar la concepción de un nuevo ser, puesto que no quería tener una nueva ocupación, máxime en ese momento en el que el séquito empezaba a crecer y su plan se estaba realizando.

Cuando alguien engendraba un nuevo ser, disminuía el número de recursos disponibles para el resto de los seres de la corona, que eran extremadamente celosos de su “porcentaje de materia disponible”; tener hijos abusivamente se consideraba antisocial.

– Verás, he pensado que podemos formar una asociación de repositores -Esforzado había encontrado en esta asociación la forma de librarse de los respectivos progenitores y sus reproches.
– ¿¡Repositores!? –se sulfuró Conector-. Preferiría exogenar o, si me apuras, ser vigía -la reposición era un trabajo mucho más mecánico que el resto y eso, precisamente, era lo que más odiaba Conector, las tareas sin interés.

Conector estaba más molesto por la función que había pensado Esforzado que por querer involucrarle en engendrar un ser; en caso de no estar interesado, Conector se podía desentender en cualquier momento o en un momento dado podían seccionar al nuevo ser y engullirlo –energía incluida- o mandarlo a petrificar para conservarlo como alimento.

– Mira –siguió Conector-, si pretendes hacerme participar en tonterías así, será mejor que vuelvas por donde has venido- en señal de claro rechazo a Esforzado, gesto que anunciaba, definitivamente, el fin de la amistad entre ambos.
– No puedes vivir de tus ilusiones, nunca encontrarás una tarea a tu medida y morirás engullido por los más repugnantes seres de la última corona -le comunicó como despedida Esforzado, con el orgullo de quien ha sido ofendido justamente y no osa reconocerlo.

Conector volvió a su gota con la satisfacción de haberse deshecho de un impedimento para le ejecución de su plan. Jornadas más tarde, se había olvidado ya de Esforzado, cuando éste irrumpió una sola vez más con un comunicado conciso. En la distancia le dijo: “vigía”, con aires orgullosos y la estupidez de creer que Conector le pediría una recomendación para trabajar en el sistema de vigilancia. “Fracaso, fracaso, fracaso”, repetía Conector para sus adentros, temiendo por el peligro que corría su plan con Esforzado en el sistema de vigilancia, que le reconocería en cualquiera de las operaciones corrientes que requería el plan.

En realidad su plan no corría riesgo alguno. Sus comunicaciones eran secretas al 100%, eso es cierto, pero lo más importante era que el descubrimiento de Conector era infalibre: cuando ejecutaban la indignación los otros seres quedaban paralizados de inmediato y la parálisis duraba tanto como su firmeza, como su propio pulso. Ellos parecían ignorarlo todo: creían que les podían espiar o interceptar sus comunicaciones, creían que en algún momento de la incursión los otros seres podían despertar y fulminarlos. La realidad era que el resto de seres no tenían conciencia de un plan oculto que estaba siendo ejecutado en la más absoluta clandestinidad.

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