Capítulo IX. Nervios antes del gran ataque


Trataban de instruirse con técnicas de lucha o de combate imaginándose que iban a una guerra como cuando se batían las coronas entre sí. Hacían ejercicios de entrenamiento para conseguir mayor agilidad y trataban de recopilar información sobre las coronas superiores.

Toda preparación era inútil. No existía nada parecido a un mapa porque la materia era cambiante y caótica, y tampoco conocían todo el terreno con el que se iban a encontrar, pero ellos estaban decididos a poner todo su empeño. Toda preparación era en vano. Los ejercicios de agilidad también eran inútiles, porque cuando avanzaban en las incursiones, gastaban sus capacidades indignándose y sus capacidades (significativamente la percepción) quedaban relegadas.

Todo en el caso de estos seres tenía su excepción, personalizada en otro vecino o compañero. En el caso de la incapacidad de visión durante la indignación, existía la excepción de Mal-ser: su rabia era tan enérgica que él podía percibir perfectamente mientras avanzaba y tenía una fuerza descomunal, podría haber llegado al centro de no haber sido tan obsesivamente violento. Cada uno de los seres disfrutaba de un potencial máximo en relación con su habilidad más desarrollada, habilidad de la que solían recibir el nombre. Además, sólo podía existir un ser de cada tipo en todo el planeta, que era el producto de las fuerzas de presión presentes en el planeta, la gravitación y la convección, fruto de su caótica existencia.

Así, cuando moría un Mal-ser nacía otro que de hecho era el mismo genéticamente y su comportamiento era el mismo, por razones ligadas a las fuerzas de convección, la gravitación, los flujos de energía y la misma existencia de esos seres conscientes. Se trataba de una condición que en nuestro mundo podríamos comparar remotamente con las condiciones climáticas. Esto sucedía con todos los seres, todos tenían una habilidad más desarrollada y también alguna carencia más desarrollada (que tenía por contrapartida, una habilidad en otro ser). Al desarrollar las habilidades en grupo su potencial aumentaba, porque su conocimiento era más completo y además, las carencias propias se reforzaban con las habilidades ajenas, complementándose unos con otros.

En el planeta de las coronas la condición a la que nos referimos está condicionada por toda la composición del planeta y las fuerzas que interactúan. En la tierra, toda la población se concentra en un par de coronas exteriores, en la corteza y sus aledaños. Allí, la vida se encuentra dispersa por todo el planeta, desde el centro hasta el exterior, con las bastas zonas centrales o nucleares y las tumultuosas coronas exteriores, lo que origina una relación de fuerzas omnipresente.

El retraso lógico de Intrépido estaba impacientando a nuestros seres. Se aliviaban con ejercicio, y esto les impedía engordar para acumular energía y masa. En consecuencia, se ponían más nerviosos. Al ponerse más nerviosos perdían masa y tenían que alimentarse más, pero sus coronas no podían tolerar ciertos tamaños y el tiempo se acababa para muchos de ellos.

Por suerte no solían reunirse físicamente ni aparentaban conocerse más que en momentos puntuales, y no causaban sospecha, pero entre sus núcleos de población no eran aprobados y en ocasiones eran reprobados (expulsados de la corona o directamente engullidos y despedazados). El volumen que iban cogiendo era de fácil disimulo, muchos decían estar preparándose para subir de corona -como si se estuvieran estudiando o preparando oposiciones. Adquirir más volumen permitía más rapidez, más fuerza, más agilidad, más habilidad; pero como ibamos diciendo, el tiempo se estaba acabando.

El problema que tenían en realidad era que no conocían los riesgos que afrontaban, relacionados con la concentración, generalmente; aunque habían descubierto la revulsión, no eran totalmente conscientes de la pérdida de indignación que podía suponer cualquier obstáculo físico, cualquier despiste, por mínimo que fuera, y si el que se encallaba no volvía a indignarse, podían darse por muertos. La dificultad era máxima y sólo se podía afrontar con la fuerza de un Mal-ser multiplicado. Al menos, no lo sabían, ignoraban todas sus debilidades. Era una discapacidad del conocimiento pero parecía más una bendición que les hacía estar motivados.

Los preparativos para el gran ataque ya estaban listos, según ellos, y estudiados al detalle. Básicamente habían preparado unas simples falanges que imitaban el modo cómo Vivaz e Intrépido habían tenido que empujar a Mal-ser para tenerlo controlado. En la punta ponían a los que ellos creían más fuertes y valientes (allí estaban Brabucón, Temerario, ...), de forma errónea, porque esas habilidades no les daban mejor percepción, que es lo que necesitaban -en su lugar deberían haber puesto a los seres que se acercaban más a la maldad, puesto que eran los que percibían mejor.

También había equipos de supervivencia y de emergencia preparados, repartidos por los diferentes frentes meridionales de las coronas de partida de cada cual y que debían avanzar a una velocidad inferior, en la retaguardia. Habían ensayado mucho todas las funciones necesarias, incluso habían conseguido comunicarse la indignación por telepatía sin necesidad de estar reunidos, y así organizaron un ataque desde múltiples puntos.

Intrépido no lograba llegar. Por la comunicación constante sabían que Intrépido se iba acercando y pensaban esperarle, pues habían convenido que él sería la punta de lanza del ataque. Intrépido era el más experimentado, el más preparado y de hecho, uno de los pocos que había salido vivo de la incursión y se había podido reunir con ellos. Se había erigido, sin quererlo, en su héroe. Le daban un trato de ser supremo, aunque sólo en relación con el gran ataque, pues en el resto de sus actividades seguía siendo tratado como de costumbre.

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